El ejercicio de la política es un deporte de alto riesgo. En el camino es normal que el individuo que lo ejerce caiga seducido al canto de las sirenas del poder. Es usual que los ideales se pierdan o perviertan. Es común que las lealtades y los favores políticos se tengan que pagar en detrimento de las convicciones y del electorado. La política no es terreno sencillo, sus vericuetos son hostiles y a veces muy oscuros.
Muy pocos políticos sobreviven al oficio con sus ideales y valores más o menos intactos. José Mujica, expresidente de Uruguay es uno de esos escasos ejemplos. Sin embargo, lo que más me impresiona de este tremendo personaje, es que su legado rebasa la arena política y se instala en lo filosófico; al final, el ideario del uruguayo nos dio lecciones de cómo vivir mejor la vida, la política tan solo fue un mero instrumento para difundir su visión de la humanidad y la existencia.
Nietzsche decía que aquel que tiene un “por qué” para vivir puede soportar casi cualquier “cómo”. La frase se ajusta a la perfección para “el Pepe”, como le dicen sus íntimos y sus iradores. Tuvo una turbulenta y complicada vida. Fue guerrillero, estuvo al borde de la muerte y fue torturado durante décadas en prisión, y pese a ello, su talante permaneció intacto. Abandonó la cárcel cuando cayó la dictadura a mediados de los 80 y lo que siguió después fue la consecución de sus ideales políticos y de vida.
Pocas veces en un mundo como este se puede ser tan consecuente, y eso es algo que iro y respeto.
No me parece exagerado anticipar que José Mujica será quizá uno de los líderes más influyentes del siglo. Insisto, no solo por sus contribuciones al ejercicio de la política, que inspiraron a muchos mandatarios alrededor del mundo, sino por su particular manera de entender el servicio público, lo colectivo y las cosas que de verdad importan en la vida.
Sus críticas al capitalismo y a los excesos de la clase política, iban más allá de señalar incongruencias o vicios y omisiones. Sus reflexiones apuntaban a encontrarle sentido a la vida en una sociedad obsesionada con el consumo, las posesiones y el estatus.
No obstante, y esto es algo que valoro mucho, nunca se dio el lujo de ser ingenuo y aunque entendía la problemática inherente en tratar de comprar la vida en lugar de vivirla, era consciente de que quizá muchas de sus ideas eran improbables en esta perra realidad en la que nos ha tocado vivir… Sin embargo, lo más valioso de nuestra especie es que tenemos la capacidad de aspirar a algo mejor y el uruguayo le apostó a eso toda su vida.
Se fue a los 89 años con la plena convicción de que vivió la vida que quiso vivir. Haciéndole honor a sus dichos, nos deja sus ideas para que nos las apropiemos, no le rindamos homenaje al hombre, al muerto, a los futuros huesos y ceniza, mejor celebremos lo que nos dejó y valoremos cada minuto de nuestra vida con los que están a nuestro lado. Hagamos caso a ese bonito ideal suyo del servicio al otro, de la acumulación de experiencias valiosas y no de bienes materiales. Y no es que el dinero no sea importante, pero sí que es triste que sea lo único por lo que valga la pena vivir.
Descanse en paz José Mujica.