Habría querido redactar esta columna con la esperanza de que, ante el cambio de autoridades en el vecino Estados Unidos, su nuevo gobierno volteara a ver al mundo con otros ojos y entre todos nos asomáramos a una vida menos complicada, menos trágica, menos violenta, menos agresiva, sin guerras, sin drogas, sin adictos.
Un mundo sin miedo, sin la incertidumbre de amanecer y no saber cómo llegará la noche.
Es decir, un mundo libre.
Pero no.
El aún presidente estadounidense Joe Biden, recién alertó en su discurso de despedida en la Casa Blanca, a su población a "ponerse en guardia" contra las amenazas, precisión, “de los oligarcas, la desinformación y la inteligencia artificial en un futuro bajo el mandato de Donald Trump”.
La llegada de su sucesor, un energúmeno como Donald Trump, pugilista verbal, supremacista, ultraderechista, misógino, tramposo y evasor de impuestos, acosador sexual (en EEUU les llaman tricks), maniático por el poder, racista y una larga lista de adjetivos consecuencia de su trastornada personalidad, ha causado preocupación en todo el planeta.
En cualquier momento las crisis que se presentan en diversas regiones del mundo podrían derivar en una catástrofe.
Quiero estar equivocado, como nunca deseo desacertar en mi pronóstico.
Sin embargo, enterado de la trayectoria de este señor, cuya madre Mary Anne MacLeod ingresó como turista a Estados Unidos (Nueva York) el 11 de mayo de 1930, con 50 dólares de entonces en su bolso, para después pretender quedarse, no cabe ni suponer que sus ideas se orienten para procurar promover un mundo en que todos podamos aspirar a una estabilidad y bienestar.
El himno de los EEUU no engaña, deja entrever el tono de una ideología predominantemente imperialista.
En referencia a su bandera, por ejemplo, asegura que “Su sangre ha limpiado la contaminación de sus sucios pasos.
/ Ningún refugio podría salvar a los mercenarios y los esclavos / Del terror de la huida, o de la tristeza de la tumba:
/ Y la bandera estrellada, triunfante ondea / Sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes... / Benditos en la victoria y la paz, que la tierra rescatada por el cielo / Alabe el poder que ha logrado y que nos ha conservado como nación. / … Y este sea nuestro lema: «En Dios está nuestra confianza»…”.
Un himno conocido como The Star-Spangled Banner (La bandera llena de estrellas), escrito por Francis Scott Key en 1814, basado, según la historia, al presenciar un bombardeo por parte de los británicos.
Tras esta catástrofe, Scott observó la bandera de Estados Unidos ondeando alto y fuerte, y por lo cual se inspiró en crearlo.
Donald Trump vuelve al poder político en Washington con su política migratoria de ‘tolerancia cero’. Instalado ya en el Capitolio, firmará de inmediato órdenes ejecutivas que modificarán reglamentos que, lo ha dicho con énfasis, cerrará fronteras, prohibirá la entrada de extranjeros señalados, ordenará lo que él mismo califica como ‘las mayores deportaciones de la historia’ y cancelará una serie de programas sociales, entre ellos los Estatus de Protección Temporal (TPS), la aplicación CBP One, Parole Humanitario (CHNV) y restringirá los programas de refugiados y asilo.
¿Qué futuro tendremos en este mundo con un presidente belicoso e iracundo en la nación más poderosa?
Por las noticias, sabemos que va directo en sus afanes supremacistas y ha nombrado a funcionarios en los cargos más importantes de su istración. Mujeres y hombres que registran trayectorias ultraderechistas.
Sus dislates ya exacerbaron espíritus nacionalistas en varias partes del mundo, lo que por desgracia no ha sucedido en México.
Aquí, los más representativos personajes de la política conservadora, de una élite sumamente clasista, y el infaltable eco en algunos opinólogos y periodistas, han dejado constancia de su antimexicanismo, o sea, traidores a la Patria.
Las cosas por su nombre. La presidenta Sheinbaum ha actuado con decoro, y no está sola.
En fin, aquí aplica aquella frase del intelectual y periodista regiomontano Nemesio García Naranjo: ‘Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos’.
Ojalá que nuestra vecindad, nuestra historia, nuestra frontera, los más de 38 millones de mexicanos radicados en territorio gringo; la cultura, el comercio, la economía, las necesidades mutuas, la sensatez, pues, se asienten en la cabeza de ese señor y se ocupe, mejor, de trascender de manera positiva.
Por el bien de todos.
