La inteligencia artificial generalizada (IAG, por sus siglas en inglés) es uno de los objetivos más ambiciosos del siglo XXI.
A diferencia de la inteligencia artificial estrecha, que se limita a tareas específicas, la IAG busca replicar la totalidad de las capacidades cognitivas humanas, como el razonamiento, la memoria de trabajo y la comprensión del lenguaje.
Su desarrollo promete revolucionar la vida cotidiana, el trabajo y la estructura misma de la sociedad, aunque también plantea importantes riesgos éticos, sociales y tecnológicos. Entre sus principales beneficios se destacan tres áreas.
En primer lugar, la automatización avanzada, que permitirá una mayor eficiencia en distintos sectores productivos y una significativa reducción de costos.
En segundo lugar, la innovación en campos clave como la medicina, la educación y la ciencia, donde la AGI podrá generar conocimiento, diagnosticar con precisión y personalizar experiencias de aprendizaje.
Por último, la colaboración humano-IA, la famosa interfase entre un ser humano y una maquina (que no es otra cosa que la Singularidad Tecnologica), que esta ya dando paso a nuevas formas de interacción entre personas y máquinas, ampliando la inteligencia colectiva y mejorando la toma de decisiones.
No obstante, la IAG también conlleva serios desafíos.
Uno de ellos es el desplazamiento laboral, es ya una preocupación central, ya que muchas profesiones podrían volverse obsoletas, exigiendo una transformación en los sistemas educativos y en las políticas laborales.
Además, existe el riesgo de la concentración de poder en manos de grandes corporaciones o gobiernos, lo que podría generar desigualdades globales.
Se ponderan tambien muchìsimo, las cuestiones éticas relacionadas con los sesgos, la privacidad y el uso indebido de la tecnología, lo cual requiere una regulación rigurosa. Los plazos para alcanzar la IAG son variados.
Algunos expertos estiman avances significativos entre 2025 y 2045, con el posible surgimiento de una IAG plenamente funcional hacia mediados de 2045, como Ray Kurzweil predijo hace 25 años, sin embargo las evidencias apuntan a que tan temprano como 2026, tendremos los primeros modelos de IAG
El futuro dependerá de cómo gestionemos hoy esta tecnología, que podría ser tanto una herramienta de progreso como una fuente de nuevos riesgos.