La literatura, lo sabemos y repetimos constantemente, describe la vida.
Las nuestras.
Y qué más vivo que una esperanza que comienza.
Los latidos inaugurales de un nuevo ser que ensaya abrirse espacios en esta maravilla denominada vida.
Describe y se escribe, la literatura.
Da cuenta de las diferentes etapas de nuestras existencias y del cómo se entrelazan en las mismas los protagonistas centrales de la trama.
Padres, hijos, hermanos.
Parejas, amigos, parientes.
Quizá por ello grandes escritores hayan pergeñado cartas al padre, la madre, la amada, el amado.
En menuda tarea se inscribió el chileno Alejandro Zambra (1975) al decidirse por Literatura infantil, su más reciente libro, que bien a bien no puede inscribirse en un género específico.

Es novela, cuento, misiva, crónica y algo de ensayo, a lo que más suena si nos atenemos a su designación.
Confesión, por supuesto que es.
La del amor de un padre hacia su hijo.
Y tal vez, lectores enamorados, sea con dicha apreciación que habremos de permanecer tras su final.
“La expresión literatura infantil es condescendiente y ofensiva y a mí me parece también redundante, porque toda literatura es, en el fondo, infantil —escribe Zambra, p.18—. Por más que nos esforcemos en disimularlo, quienes nos dedicamos a escribir lo hacemos porque deseamos recuperar percepciones borradas por el presunto aprendizaje que nos volvió tan frecuentemente infelices”.
Resulta curioso: un libro que al exaltar la figura de un hijo contiene, una a una, las líneas sentimentales que nos hacen humanos y posibilitan el establecimiento de lazos que ni el desamor ni la muerte han conseguido deshacer.
Pruebas del cariño y del amor. Del temple de la escritura de Zambra —(La vida privada de los árboles, Formas de volver a casa, Poeta chileno y más)— probado en el tiempo, al momento de transmitírnosla.
¿Una carta al hijo? Sí.
¿Un manual de paternidad? Sí.
¿Una, varias historias de amor? Sí.
Un recorrido amoroso por la experiencia de la paternidad (maternidad) ficcionado por Zambra en Literatura infantil, que no olvida estaciones cardinales y que van de designio (“…pero en el nombre laten caprichos, intenciones, prejuicios, contingencias, emociones. Y suele ser la única obra que la madre y el padre escriben juntos”) a nuestros más viejos recuerdos (“…a los padres nunca aprendemos a mirarlos bien. ¿Quién escribió eso?”)
Literatura infantil es un libro que describe y escribe la infancia y nos lleva (a la manera del padre y el hijo, tomados de la mano) por los misterios de la felicidad.
¿Una muestra que lo abarque todo?
“Ahora jugamos a diario, en el patio pequeño o temerariamente en el living, le gusta mucho”, y lectores y lectoras visualizamos nítidamente a Zambra escritor y al pequeño Zambra. “Como todos los padres, me dedico a perder, a ser goleado. Ser padre consiste en dejarse ganar hasta el día en que la derrota sea verdadera”.
“Por lo demás, cuando mi hijo mete algún gol que realmente yo no he pedido evitar, mi satisfacción es doble e innegable. Y si soy yo quien, por error de cálculo, le marco un gol involuntario, él de inmediato cambia las reglas y anula la conquista. A veces se aburre no de jugar, sino de que el juego sea exactamente como es, y le incorpora unas sacudidas que me suenan a danzas folclóricas de países desconocidos”.