Cultura

Desapego

Aunque las carreteras, centrales y aledañas, estén regadas de cadáveres, los ciudadanos viajan a las playas de la república, se tienden bajo el sol, juegan con sus hijos y sus hijas, sus amigos y sus amigas, se corretean, se lanzan pelotas, se ríen, construyen castillos en la arena, cavan fosos, sacuden sus toallas, se lavan la sal de la piel, se encaminan hacia las palapas. Comen y beben. Duermen y sueñan. ¿Por qué no? Siempre hay muertos. Y los vivos tienen sólo una vida, ninguna que les sobre. Los soldados los cuidan desde las orillas. Traen lentes oscuros, cubrebocas y sus uniformes son de tela gruesa. Portan armas. Se ven orlas de espuma en el video: el mar en blanco y negro, turbio, apenas atravesado por un rayo de luz.

Es el mundo como es; no como debe ser. La discrepancia se percibe adentro, en las imágenes, en las ideas; afuera, a la intemperie, alrededor de una mesa, se reduce a un punto de vista, un estado anímico, un debate entre facciones. “Si te abstienes de expresar lo inexpresable entonces nada se pierde. Pero lo inexpresable estará —inexpresablemente— contenido en lo que se ha expresado”, le escribe Wittgenstein a su colega Paul Engelmann en 1917 en una carta enviada desde el frente ruso, donde es oficial de artillería en el ejército austrohúngaro (le otorgaron dos condecoraciones durante la Primera Guerra Mundial: “por su conducta valerosa, su serenidad, su sangre fría y heroísmo”). El año previo, en mayo, lo mandan a un puesto de observación, en una de las zonas de mayor peligro. Su deseo explícito es que la cercanía con la muerte lo ilumine. “Soy un gusano… a través de Dios me transformo en hombre”. Al mes siguiente apunta en su cuaderno: “Sé que este mundo existe. Que estoy colocado en él como mi ojo en su campo visual. Que algo en él es problemático y lo llamamos su sentido… Que mi voluntad penetra el mundo. Que mi voluntad es buena o mala. Por lo tanto, que lo bueno y lo malo se conectan de algún modo con el sentido del mundo… al que podemos llamar Dios… Rezar es pensar sobre el sentido de la vida”.

Si las verdades éticas son inexpresables ¿cómo se reconocen? Intuyéndolas, supongo, adivinándolas, cuidándose de no pronunciarlas en voz alta pues eso las expone al peligro de que se conviertan en meras opiniones, y cada persona es dueña legítima de las suyas y opinar es un derecho inalienable y los desacuerdos intensos parecen actos de libertad. Quizá los diez mandamientos sean deducciones de verdades. En plena trinchera “no matarás” se relativiza a tal grado que es mejor callarse y seguir adelante.

Nunca aprendí a rezar y aún no me he encontrado con ningún dios. Distingo el bien del mal, aunque eso no garantiza que me comporte de manera correcta. En el Tractatus Wittgenstein propuso: lo que no puede decirse, puede mostrarse. El cuadro de la realidad incluye los ángulos del cuadro. A Bertrand Russell la propuesta le resultó demasiado mística. Los dioses disfrazan hoyos, los disimulan, rara vez los tapan.

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Tedi López Mills
  • Tedi López Mills
  • Ha publicado numerosos libros de poesía, además de cuatro volúmenes de prosa.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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