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  • Emilio Carballido y el teatro de autor

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  • A cien años de su nacimiento, actores, directores y dramaturgos evocan a este creador generoso, agudo y entrañable, cuya obra teatral continúa iluminando al público desde su compleja sencillez.
Emilio Carballido fue uno de los más reconocidos dramaturgos mexicanos. (UANL, INBAL, CITRU)

A cien años del nacimiento de aquel “muchacho genial, flaco, nervioso, de ojos asustados”, como describió Salvador Novo al narrador, guionista, maestro y dramaturgo Emilio Carballido Fentanes (Orizaba, 1925-Xalapa, 2008), pervive el reconocimiento nacional e internacional a su obra y su trabajo como maestro, autor de obras para actores jóvenes y editor de dramaturgos noveles, al tiempo en que resuena como un murmullo la polémica en torno a su feroz defensa del dramaturgo y su texto como elementos rectores del teatro. Su prolífica y variada obra publicada y puesta en escena; sus personajes que se salvan o se hunden ante lectores y público, entre risas, llanto, sueños y tomas de conciencia, en obras realistas, fantásticas, históricas, o poéticas, que combinaron géneros y estilos, tuvieron su despegue con el exitoso estreno de Rosalba y los llaveros en el Palacio de Bellas Artes, en 1950, cuando tenía 25 años.

El director de El día que soltaron a los leones, Abraham Oceransky, su alumno fuera del aula, el dramaturgo y director Flavio González Mello, la actriz Zaide Silvia Gutiérrez, que fuera asistente de dirección e intérprete en la obra Fotografía en la playa, y la exactriz, directora de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de la UNAM, Ángeles Castro, que en 1984 interpretó el papel de Nelly en la obra mencionada, comparten su experiencia con el también “acariciador de gatos y fustigador de mediocres”, como lo describe Alejandro Licona en el Catálogo de la obra de Emilio Carballido. Volumen I (1946-1967), de la investigadora Socorro Merlín.

Abraham Oceransky: reflexiones y recuerdos

Invitado por José Solé, en 1978, a dirigir El día que soltaron a los leones, de Emilio Carballido, con el elenco de la Compañía Nacional de Teatro del INBA, Abraham Oceransky decidió ubicar la acción en el contexto del conflicto estudiantil de México en 1968 y cambió el final. “Todo ser que está aprisionado quiere salir, escapar, tener una vida libre y propia. Ese es mi pensamiento desde que era chavo. Entonces propuse el cambio de que los leones se escaparan. El conflicto estaba en la libertad. Fue un acto alternativo y difícil para la época en que se estrenó la obra, pero ayudaba a que la sociedad se viera a sí misma y supiera cuántos pasos había avanzado a partir de 1968”.

Oceransky, que contó con Sabina Berman como asistente de dirección, reconoce: “Carballido no estuvo de acuerdo y Carlos Ancira tuvo una plática con el elenco en defensa de mi propuesta y lo convenció de que el montaje era correcto. La obra terminó como yo deseaba. Dimos más de cien funciones con el Teatro del Bosque lleno de gente joven”.

El director, dramaturgo, escenógrafo y maestro, creador del Teatro El Galeón, que vive en Xalapa desde la década de 1980, observa que en Veracruz se ha perdido la línea marcada por el teatro de Carballido. “Casi no se montan sus obras. Lo último que se hizo fue el montaje de Rosalba y los llaveros en la Universidad Veracruzana, que tuvo varias temporadas. La gente joven cambia de manera de pensar y su mirada no está en la forma en que se hace el teatro convencional. Los jóvenes hacen actos de dos o tres funciones y se acabó el asunto. Memorizar una obra de Carballido es una labor grande para grupos que no tienen tiempo y quieren hacer algo más profundo.

“A mí me gusta mucho el teatro de Carballido, es muy divertido y tiene un fondo social muy interesante. No fue un hombre de derecha, sino que pensaba de una manera más amplia en el sentido popular y social. Sus textos han quedado ahí casi como retratos de familia. Dedicó su vida a tratar de hacer un teatro de crítica profunda y ahí me quedo con él”.

“Los jóvenes ya no lo van a leer más adelante. Se va a perder en el tiempo, como una telaraña en un cuarto olvidado, pero es un hombre que hay que recordar, leer sus textos, analizar las propuestas que hizo para cine, teatro y televisión, que fueron muchas. Fue un hombre prolífico, muy trabajador, y se dedicó también a que la obra de muchos jóvenes pudiera ser publicada. Creo que fue el único de los autores de ese tiempo que tuvo la visión de dejar el legado de la joven dramaturgia”.

Flavio González Mello, alumno fuera del aula

La enorme incidencia que tuvo Emilio Carballido mediante la publicación de Teatro joven de México (Editores Mexicanos Unidos), con vastos tirajes, es algo que hoy suena inusual porque se ha vuelto imposible publicar teatro, dice Flavio González Mello, dramaturgo elegido en abril de 2024 para ocupar la silla XXXII de la Academia Mexicana de la Lengua. “El paso de Carballido por Editores Mexicanos Unidos fue muy breve y creo que está totalmente olvidado. En aquel panorama, a mediados de los años ochenta, fue muy importante para muchos que, como yo, estábamos en la etapa del teatro estudiantil y habíamos leído sus obras. Creo que publicó ahí más de cien libros en un año, que circulaban en todo el país y se encontraban en los supermercados. Incluyó a su maestro, Rodolfo Usigli, obra de autores de su generación y de quienes fueron sus alumnos, incluidos Sabina Berman y Víctor Hugo Rascón Banda. Yo estaba chavito y me tocó arrancar ahí con la publicación de dos obras: Cómo escribir una adolescencia y Así como la ves, que han tenido por lo menos cuarenta montajes”.

En busca de textos teatrales, Flavio González Mello encontró, a los 16 años, las obras del autor de Te juro Juana que tengo ganas, con las que se identificó porque sus personajes hablaban como él lo hacía con sus cuates. “Yo sentía una enorme identificación en términos de cómo sonaba su obra y de ese humor que es muy notable en Un cuento de Navidad y Medusa. Casi todas sus obras tienen una vertiente de comedia y eso me gustaba. Carballido estaba ahí como el dramaturgo mexicano con el que me sentía más cercano en cuanto a lo que yo quería hacer”.

Rememora. “La primera vez que lo visité me dio un consejo que les daba a los alumnos de sus talleres: ‘Cómprate una libreta. Tráela todo el tiempo en la bolsa de tu camisa, anota lo que escuches y sobre todo lo que más te llame la atención, porque entonces te vas a dar cuenta de cómo realmente habla la gente’. Ese simple consejo te enseña, por eso lo considero mi maestro, aunque nunca estuve en un aula con él”.

Si bien Emilio Carballido fue muy prolífico, González Mello acota: “La permanencia de la obra es caprichosa y hay disparidad en el impacto que pueden tener sus textos. Como todos los dramaturgos que valen la pena, tiene dos o tres obras que van a sobrevivir”.

Programa de mano con foto de Carlos Ancira de la obra 'El día que se soltaron los leones'. (INBAL, CITRU - Colección fotográfica)
Programa de mano con foto de Carlos Ancira de la obra 'El día que se soltaron los leones'. (INBAL, CITRU - Colección fotográfica)

El texto que más le gusta a González Mello del autor de Olimpia 68 es Fotografía en la playa. “No lo puedo disociar del montaje que dirigió Alejandra Gutiérrez, en 1984, con escenografía de Alejandro Luna y un reparto increíble. Me identifico con esta obra, me llega mucho. Los personajes, aunque ya no se encuentran en el mismo conflicto sesentero de chavos rebeldes, forman parte de un retrato de familia muy entrañable que raras veces he visto en el teatro o en el cine mexicano y sí, en cambio, en el cine italiano y el español. En esta obra está el Carballido maduro, se siente un peso de vida, que tiene un poco ese aire de estar planteada desde la muerte”.

Firme en su iración por su maestro, el autor de La negociación reconoce que Carballido fue una figura polémica y había gente que no quería verlo. “Creo que eso se relaciona con cómo defendió la figura del autor frente al director en los años setenta y ochenta, cuando tomar partido por uno u otro equivalía a ser gente de Carballido o de Héctor Mendoza. Yo veía esa pugna, pero no me sentía involucrado. Las dos cosas se valen y están bien, pero había gente que alucinaba a Carballido. Tuvo pleitos con directores y ellos a veces hablaban muy despectivamente de él”.

Además de escribir cerca de cien obras de teatro, novela, cuento, guiones, artículos, dar clases, asesorías y de publicar dramaturgia en libros y en su revista Tramoya, Carballido desempeñó distintas gestiones culturales, tanto en la Universidad Veracruzana como en la Escuela de Arte Teatral del INBA, donde fue director y maestro.

La postura de Carballido, para quien las personas eran “Satanás o un Sol”, pesó en la polémica en la que constantemente se vio envuelto. “Le tocaron turbulencias fuertes y él era quien era”, afirma González Mello. “Siento que eso empañó su importancia. Esto comenzó a su paso por la escuela de Teatro del INBA. El poder que llegó a tener Carballido generó gente que no estaba de acuerdo porque no le dio una beca, no le produjo un montaje o no lo trató bien en la escuela, pero hoy podemos pasar la página”.

Maestro en la Escuela Nacional de Arte Cinematográfico (ENAC) de la UNAM, González Mello destaca el trabajo de Carballido como autor de más de cincuenta guiones cinematográficos. “Yo diría que su trabajo como guionista ha sido poco reconocido. Carballido es el guionista de Macario, la novela de B. Traven dirigida por Roberto Gavaldón; es un guion que uno puede poner de ejemplo en una clase de esta materia”.

Cuando Carballido le obsequió a su alumno la novela Las visitaciones del diablo, se la dedicó con estas palabras: “Para Flavio, que será escritor”. “Como que me dijo: sí puedes ser, y eso es muy importante cuando uno empieza, sobre todo cuando viene de alguien a quien iras”.

González Mello tiene la impresión de que la generosidad de su maestro proviene también del empuje que Novo le dio a su carrera. “Novo lo lanzó y eso fue muy importante no solo para él, sino para toda su generación”. En mi experiencia, de Carballido solo puedo decir: generosidad, generosidad, generosidad. A mí me toca pasar la estafeta”.

Zaide Silvia Gutiérrez: el hacedor de prodigios

“Carballido fue criado por su abuela y su madre, que era cantante de ópera y le contaba cuentos desde muy pequeñito sobre los mitos griegos. De ella heredó su gusto por el arte y la literatura. De su abuela heredó sabiduría y el aprecio por la cotidianidad”, afirma la actriz Zaide Silvia Gutiérrez, autora de la tesis Los personajes femeninos en la dramaturgia de Emilio Carballido, para quien “las mujeres protagonistas en la obra de Emilio son un homenaje a su madre y abuela. Él amaba a las mujeres y las entendía. Reconocía sus talentos, su dignidad, su inteligencia y capacidad de resolución, pese a su condición siempre sujeta a poderes varoniles o de autoridad, como en su obra La hebra de oro, donde el poder varonil se advierte como la energía de un Pepe el Romano en La casa de Bernarda Alba, de García Lorca. Emilio conocía el mundo femenino con todas sus sutilezas, dulzuras y tristezas. Sus personajes son entrañables. Y también reconoció a las non gratas, las que abusan, y aquellas que depositan su ser en mundos imaginarios sin capacidad práctica o en amores ingratos que al final se pueden volcar contra ellas”.

Él mismo se retrata como el niño, el acompañante, el testigo, el mago, el prestidigitador, el que hace ver a las mujeres y quien les muestra lo que es y ha sido de su vida. A Emilio en su centenario no lo llamo más dramaturgo, sino taumaturgo, “el hacedor de prodigios”.

Ángeles Castro: Fotografía en la playa

La puesta en escena de Fotografía en la playa, estrenada en 1984 en el Teatro Casa de la Paz de la UAM, le encantó a Carballido, fue muchísimas veces a verla, recuerda Ángeles Castro, directora de la ENAC, que estudió actuación en el Centro Universitario de Teatro (CUT), donde la directora chilena Alejandra Gutiérrez y Alejandro Luna —que impartía clases de escenografía— la invitaron a formar parte del elenco. “Carballido me dijo que el personaje de Nelly, que me tocó representar y que cantaba en francés ‘Menil montant’, estaba inspirado en una persona real que él quería mucho y murió en un accidente”.

Escena de la obra 'Fotografía en la playa'. (INBAL, CITRU - Colección fotográfica)
Escena de la obra 'Fotografía en la playa'. (INBAL, CITRU - Colección fotográfica)

La del recuerdo

“La luz recorría los distintos momentos y jugaba con lo esencial que ocurría en escena porque era finalmente espacio vacío”, dice Castro. “En el primer acto, había una silla, el ciclorama y las luces. Estábamos ante una pared que hacía una especie de esquina en un patio y salíamos después a la playa. La conjunción de la dirección de actores de Alejandra Gutiérrez y el diseño de escenografía e iluminación de Alejandro Luna fue mágica porque logró generar la sensación que deja el recorrido por un álbum, donde se observan episodios en que los personajes se encuentran en relaciones difíciles. La obra hace un acercamiento a esa familia como si su vida se detuviera por instantes a través de flashazos en diversos encuadres de los personajes, que resultaban muy entrañables. En esa foto del recuerdo en la que está la familia, se percibe el paso del tiempo y quizá la ausencia que ha dejado la muerte”.

Emilio Carballido, 1925-2008. (INBAL, CITRU - Colección fotográfica)
Emilio Carballido, 1925-2008. (INBAL, CITRU - Colección fotográfica)

AQ

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