Son hermanos porque tienen los mismos ancestros, pero no son de la misma familia; no tienen padre ni madre. Los machos, Rómulo y Remo, tienen siete meses; Khaleesi, la hembra, cuatro. Son tres lobos huargos, de esos que en los libros de animales se pueden hallar con los nombres de “lobo terrible”, o “lobo gigante”, y solamente dibujados porque su especie se extinguió hace 13 mil años.
Pero resulta que, hace poquito, la empresa Colosal Biosciences presentó unos breves videos y una entrevista con Ben Lamm, su director ejecutivo. Se trata de una startup de biotecnología, que usa edición genética CRISPR para revivir especies extintas, empezando con estos lobos huargos. En sus planes, dice, está desextinguir al Mamut lanudo, el Tigre de Tasmania y el Dodo. Cosa curiosa, su nombre mismo, Lamm es indistinguible fonéticamente de lamb, “cordero”; o sea: el cordero que desextinguió al lobo.
Los lobeznos son maravillosos. Aúllan. Y eso ya es un dato notable: son animales gregarios. ¿De qué tamaño fueron sus manadas; era la misma estructura jerárquica que la de otras especies? Sí, son muy grandes: de adultos tendrán 1.85 metros de largo y pesarán 70 kilos, con patas relativamente cortas y musculosos. Prácticamente todas las especies de Canis pueden cruzarse y producir descendencia fértil. Para estos tres cachorros tomaron genes compartidos de lobo gris y modificaron unos cuantos, los pertinentes para completar el ADN del lobo extinto.
Meterse con la naturaleza es más complejo que jugar al aprendiz de brujo. No hay modo de calcular todas las posibles consecuencias. Pero, si se puede hacer, no ha de faltar quien eche a andar la maquinita de los milagros, sin importarle si son siniestros o de Dios. Son conocimiento.
Todo es fascinante y todo relevante, pero la información científica está mejor expuesta en otros lados. Aunque mi fascinación está en los lobos huargos, me quedo en algo más modesto: las palabras, y alguna otra cosita.
Primero, ese afortunado monstruo: “desextinguir”. Palabra que hubiera sido absurda en cualquier lengua hasta hace unos años y ahora es la única adecuada. Ya le indiqué a mi corrector de Word que no me regañe y se la aprenda. Casi todos los palabros con prefijos tienen algo de torpeza mental, una boba obligación de simetría y una falsa suposición de claridad. Sobre todo, en cosas actuales: los prefijos “pos”, “hiper”, “micro”, “trans”, “anti” y “neo” tienden a ocultar, en vez de alentar el pensamiento. Otras son indispensables, porque no existen sin su prefijo: “inmenso”, “antípoda”, “inmiscuir”, “anticipar”, “divergente”, “convergente”. Y luego está “desextinguir”, que parece de las primeras, las malas, pero es de las segundas. Cierto: “extinguir” existe con claridad, pero no existe palabra positiva para lo que han hecho los demiurgos de Colossal. Su positividad es negativa; crearon desde una negación: ¡desextiguieron lobos huargos! Le arrancaron hijos a la nada. Parió Fenrir, el lobo terrible de la mitología nórdica, que destruirá todo. Y habría que desextinguir en español los libros de las Eddas, de Snorri Sturluson, que fueron publicados por Editora Nacional y Alianza y ya no circulan.
En los nombres de los cachorros encontramos dos tendencias divergentes. Rómulo y Remo son hijos de la Loba; entre otras cosas, simbolizan el paso fratricida desde la ferocidad agreste a la civilización. Khaleesi es la madre de dragones en Juego de Tronos, la exitosísima novela de George R. R. Martin. Va en otro sentido: el poder, el peligro de los huargos, el invierno, y la amenaza del final de la civilización y el mundo. Es una línea que conecta a Martin con Tolkien, a Tolkien con Snorri y la mitología escandinava. Dos tendencias contrarias: civilizar y destruir; latinos y nórdicos.
Los milagros existen. Quizás exista una matemática para estos lobos. Si no son el milagro, son su inverso. No su contradicción: el inverso de x es 1/x, o x-1. Pero los números son abstracciones. Estos son lobos. Reales. Blancos y enormes: magníficos. Con ellos comienza y continúa una mitología de la que nos creemos autores, pero de la que no seremos sino escribas y relatores, como con toda mitología verdadera.
La noticia se dio desde abril, con videos, reportajes, todos los golpes mediáticos. Creí que abundaría la conversación acerca del milagro, o de su inverso. Pero no: silencio. Quiero creer que es un silencio abrumado, no apático, porque todavía quedan montones de preguntas y un asombro por estrenar.
AQ