Leer Malacría (Sexto Piso, 2025) de Elisa Díaz Castelo es una experiencia doble.
Por un lado, el universo imaginativo y verbal que Díaz Castelo ha plasmado en sus poemarios está presente con toda su fuerza en la novela. Hay reflexiones y exploraciones en torno a la palabra, a la ciencia, al cuerpo, al cosmos y al polvo. El mundo humano y el mundo natural (como en la lluvia, los perros y los planetas) están en constante comunicación. Además, persiste el interés de la autora por las cosas pequeñas e incompletas, las ruinas, lo que no sucede más y también lo que sucedió en el pasado y nos sigue afectando sin saberlo. “¿Dónde queda lo que ya nunca?”, escribe.
Por otro lado, tenemos la construcción de una trama hecha de pocos nudos argumentales, pero que sirven para la exploración del trauma y las heridas (metafóricas, literales) en tres generaciones de mujeres: Ele, Perla y Cecilia.
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La novela arranca con la desaparición de Perla, la madre de Ele. Ella comienza la búsqueda de su madre acompañada por la novia de ésta, llamada Jeni, y de una perra salchicha que necesita una silla de ruedas para caminar, llamada Valeriana. Es una alianza endeble, construida principalmente de silencios, pero que poco a poco permite la entrada de la luz y el humor en un mundo oscuro. Conforme avanza la trama (a veces a paso lento), nos vamos enterando, junto con Ele, de los secretos de su abuela y de su madre, de las heridas que cargan y que irremediablemente han heredado a sus hijas en forma de cicatriz y de escritura.
Con Malacría, Díaz Castelo explora el mundo generacional femenino en toda su histeria y su dolor; un mundo que en su mismo afán de protección y amor acaba por consumir a sus habitantes. Un mundo donde la locura, la epilepsia y la violencia hacia una misma son agentes que se repiten de generación en generación. Otras autoras latinoamericanas han hecho exploraciones similares en la narrativa reciente, como en Los eufemismos (Antílope, 2020) de Ana Negri o El cielo de la Selva (Elefanta, 2024) de Elaine Vilar Madruga.
Díaz Castelo logra una novela en la que, al igual que en sus poemas, el lenguaje se vuelve el vehículo a través del cual el dolor nos atraviesa y nos punza. Por momentos, esta misma fuerza poética puede conducir al estancamiento de la novela, pues la autora está más interesada en lograr la precisión de la imagen que en resolver la trama. Y sin embargo, a falta de unas 60 páginas, los hilos y temas que se han sembrado comienzan a unirse de formas insospechadas. Lo que creíamos que eran solo exploraciones en torno al lenguaje, cobran un peso específico, y la lectura de ciertos pasajes toma un sentido mucho más concreto. Malacría es una novela compleja, por momentos desesperantemente descriptiva, pero de una belleza dolorosa e innegable.
AQ