México es uno de los países más violentos para la población LGBTIQ+, por eso tomar las calles y llenarlas de arcoiris es una muestra de valentía para visibilizar luchas, historias y demandas y ocupar su lugar en la vida pública.
Sin embargo, a pesar de todos los avances, sigue siendo un territorio hostil para las personas de la diversidad sexual. Por eso, expresar su identidad y amor libremente es un acto de resistencia en una sociedad enraizada en el machismo y la homofobia.
De acuerdo con el informe de Letra S, que desde hace 20 años documenta los crímenes contra integrantes de la diversidad sexual, durante el año pasado 66 fueron víctimas de homicidio en México, más de la mitad eran mujeres trans.
Apenas el pasado martes, Valentina Sodi, drag queen, empresaria y activista, fue asesinada por sujetos armados en el bar de su propiedad ubicado en Temixco, Morelos. Formó parte del colectivo Agenda Política de la Coalición Mexicana LGBTTTIQ+, a través del cual impulsó reformas legislativas para garantizar la atención médica, reconocimiento a estructuras familiares diversas e inclusión de identidades de género en el Registro Civil.
El 27 de marzo, el bar LGBTIQ+ “El Clóset”, en Tlapacoyan, Veracruz, fue objeto de un ataque armado. Los agresores dispararon indiscriminadamente contra el lugar, y mataron a un adolescente de 17 años, que estaba afuera del antro. En ese estado, en el municipio de Ixmiquilpan, Gaby Ortiz, estilista y activista, y su pareja Vanessa, fueron asesinadas a balazos en enero pasado.
En Jalisco, Effy Delith salió de su casa en la colonia Los Cerritos, en Tala, el jueves 18 de enero; y fue encontrada sin vida al día siguiente, con heridas de arma blanca, en un predio de la zona del Mirador.
La violencia contra la población LGBTIQ+ tiene su origen en las bases sociales, y es ahí donde deben empezar las acciones para erradicarla. Tenemos que educar sobre la diversidad sexual, fomentar el respeto y la inclusión en nuestro entorno, eliminar los discursos discriminatorios, y reconocer sus derechos humanos; hasta que los colores arcoíris dejen de ser vistos como blanco de ataque, y puedan lucirse en las calles con orgullo y sin temor.
