De regreso a clases en todo el país, aunque en algunas ciudades se espera un “megapuente” del 1 al 5 de mayo próximos, son muchos los temas que podríamos comentar, comenzando por los emotivos oficios de despedida al Papa Francisco, así como toda la expectativa por el cónclave en el que se decidirá al sucesor del primer pontífice latinoamericano.
Fue impresionante cómo un acontecimiento de esta naturaleza mueve a la unidad del mundo y nos recuerda los valores fundamentales del ser humano, sin distingo de religiones, credos, ni ideologías.
El reconocimiento para un líder humanista que trascendió en pensamiento y que tuvo una visión revolucionaria, que trató de tender puentes con representantes de otras religiones y de tener relaciones más allá de la diplomacia con todo el mundo, nos hizo recordar que los pilares para la paz y la armonía entre los seres humanos son precisamente los valores que siempre promovió como el amor, la misericordia, el perdón, la solidaridad y la unidad. Que la eternidad reciba a Jorge Mario Bergoglio y descanse en paz.
Terminaron las fiestas de Semana Santa y Pascua entre múltiples reflexiones y recargados para enfrentar, con la mejor actitud, los siguientes dos tercios del año 2025, con mayo a la vista y la posibilidad de evaluar cómo vamos hasta el momento y cómo podemos corregir o mejorar el rumbo que llevamos hasta ahora.
Para ello, uno de los principales valores que deberíamos practicar las personas para nuestro desarrollo y crecimiento es la honestidad, comenzando con la que tenemos hacia nosotros mismos y por supuesto, con los demás.
Apenas el jueves pasado tuve oportunidad de dar una plática con un grupo virtual de Alcohólicos Anónimos en la que abordamos el tema de la honestidad y la necesidad de erradicar el autoengaño, como un requisito esencial para la recuperación y, agregaría, para el bien estar de las personas.
Parecería una frase hecha o un cliché de las redes sociales pero, no lo es. La eliminación del autoengaño y la práctica de la honestidad con uno mismo y con los demás pasa por la aceptación de las circunstancias, la isión de la realidad, la responsabilidad de la consecuencia de los actos propios, el compromiso con la verdad, el respeto y la justicia, así como dejar de jugar el papel de víctima, tan arraigado en nuestros días.
Hagamos pues un autoanálisis de cómo cierra nuestro primer tercio del año y seamos lo suficientemente honestos para continuar buscando nuestra mejor versión en la temporada que viene.