Hay lógica en el mundo. Más bien, hay cierta racionalidad en el universo futbolístico. O, bueno, las cosas tienen un mínimo sentido en el microcosmos del balompié mexicano.
Luego de 17 jornadas futbolísticas –lo que conocemos como el torneo regular— cuatro equipos terminaron en lo más alto de la tabla de clasificaciones: en primerísimo lugar, el Toluca, uno de los grandes de nuestro futbol, con todo y que hace buen tiempo, desde 2010, que no se codea con los que llegan a disputar realmente un título (pero, ¿les dicen algo los 249 goles que anotó José Saturnino Cardozo con los choriceros, de los cuales 58 fueron en la temporada de 2002, un récord mundial, y los diez campeonatos que ha conquistado el conjunto mexiquense?).
En el segundo puesto está el club más popular de Estados Unidos Mexicanos, según lo acaba de corroborar una muy reciente encuesta. No digo más de los odiosos americanistas justamente por eso, porque se me atraviesan en el esófago.
Luego viene el sufrido Cruz Azul, abandonado por un director técnico que se apresuró a quemar las naves por atender el canto de sirenas de los lusitanos pero que ha resucitado, y vaya que sí, de la mano del charrúa Vicente Sánchez, quien curiosamente, hablando del Toluca, tiene el tercer puesto de más goles anotados con su antiguo equipo. Dicen que no juega tan bien como lo hacía con el entrenador que los despreció pero ahí están de cualquier manera los cementeros, muy bien plantados.
Y, finalmente, en el cuarto lugar, los rivales directísimos de los decepcionantes Rayados, sus paisanos Tigres, que empataron en puntos con el Cruz Azul.
Pues bien, resulta que son los mismísimos cuatro equipos que están jugando ahora las semifinales del torneo Clausura 2024. O sea, no sólo parece que se impone la lógica sino que se hace justicia, algo muy extraño en los ámbitos futbolísticos.
La única duda que uno podría tener es la de los merecimientos de Tigres porque, miren ustedes, mis conciudadanos aguascalentenses del Necaxa vaya que les plantaron cara y el gol que los felinos lograron anotar en las postrimerías del juego tal vez no hubiera debido subir al marcador por estar precedido de dos faltas. El señor árbitro, sin embargo, se dejó llevar por la muy sospechosa mansedumbre que los poderosos despiertan en los que pretenden cruzárseles en el camino.
Por cierto, en algún momento escribí, a propósito de que no hay manera, para los humanos, de permanecer siempre en la cumbre, que el Real Madrid era la excepción. Pues no, miren, un Barça armado con jóvenes canteranos ya le pasó por encima a un equipo construido a punta de millones. Es muy reconfortante, señoras y señores, que el dios dinero no tenga siempre la última palabra en este valle de lágrimas. Vean, si no, el caso de los referidos Rayados. La comparación no viene mucho al caso porque en momento alguno los regiomontanos tuvieron al mando a un personaje de la talla de Carlo Ancelotti, pero los desvelos de su director técnico no les sirvieron de gran cosa de la misma manera como el crédito del italiano se agotó con los merengues.
En fin, como siempre, en el momento en que garrapateo estas líneas todavía no se deciden los resultados pero en mi bola de cristal aparecen una gran final jugada entre Toluca y Cruz Azul. Como pueden ver, no vaticina el futuro sirviéndose de la lógica, la tal bola, sino los gustos de su patrón. Al tiempo, estimados lectores.