Sociedad

Pansy Division contra el fascismo

Pansy Division contra el fascismo

Supe de Pansy Division por una entrevista que le hizo la revista “Spin” a Billie Joe Armstrong en pleno éxito del “Dookie”, álbum de 1994 que sacó a Green Day del subterráneo californiano. Armstrong describía a los Pansy como filosos, juguetones y peligrosamente gays. Leer esto último me produjo un derrame de adrenalina que se tradujo a ese hormigueo que se iba directo a la pelvis. El mismo que me invadía cuando los compañeros de la prepa nos encerrábamos a ver VHS de porno buga. Por supuesto yo en silencio me concentraba en los hombres. Al parecer lo de peligroso también fue el elemento decisivo para que Green Day escogiera a los Pansy Division como teloneros de su presentación en Woodstock 94, dejando claro que su talento era frontal, ingenioso y con el desmadre saliéndose por los poros. Pero su homosexualidad transgresora inspiró en mucho las convicciones de Green Day, que de alguna manera se consolidaron en ese vómito pretencioso que fue “American idiot”. Fui a Scala, la tienda de discos sobre el Paseo de la Rosita, en Torreón, a encargar su primer cassette con el mismo arrojo temerario con la que compraba mis primeras revistas porno buga, pues estaba en mi proceso de salir del clóset. Esperé dos meses y medio para que el “Undressed” llegara a mis manos. Sus canciones, que combinaban el riff nerd de los Descendents con el humor y la ironía cruda de los Dead Kennedys, describían todas mis chaquetas mentales típicas de un adolescente que va descubriendo que lo suyo es el sobaco y los bultos gigantes bajo el zíper de los pantalones. Elogio de hombres afeminados con chaquetas de cuero, sexo en baños públicos con señores de bigote, gays mamados que la tienen chiquita o pandillas gays que se acribillan con la mirada son algunas de las precoces aventuras de los Pansy, considerada por muchos la banda que finalmente moldeó el queercore como variante del punk.

En una parte de la impresión se incluía la dirección postal para que los fans enviaran cartas. Pansy Division fue mi primer o con el otro San Francisco que ya tenía registrado gracias a “Vértigo” de Alfred Hitchcock. Uno marginal, sudoroso y depravado. En ese entonces las manifestaciones de lo que podría entenderse como cultura gay no despertaba el interés del mainstream y en San Francisco aún no llegaba la invasión de los monstruos tecnológicos. El booklet parecía un fanzine de soft-porn gay que no llegaba a las posiciones explícitas. Así que puedo decir que fue culpa de Pansy Division que saliera en busca de mis primeras revistas porno gay, como la “Honcho”, que incluía ensayos y cuentos de William Burroughs y Dennis Cooper.

Más tarde, en una entrevista para “The Advocate” – la revista de política gay— entrevistó a Billie Joe Armstrong a propósito de los Pansy en Woodstock 1994. Billie respondió que estaba fascinado por el desafío que implicaba poner una banda de queercore gritando sobre erecciones lechosas frente a una audiencia mayoritariamente buga que, sin embargo, reaccionaba con euforia y quizás un poco más de conciencia respecto a la homofobia y el VIH, que en ese entonces seguía siendo una condena de efectos secundarios y muerte.

En el libro “Deflowered: my life in Pansy Division”, Jon Ginoli, vocalista de la banda, recuerda que desde el inicio entendió el activismo gay como un ejercicio de provocación sin nada que esconder y desmadre deliberadamente comunitario. Como una orgía de debate y orgasmos callejeros. Los políticos suelen reaccionar a los escándalos, pues la burocracia de su trabajo suele adormecerlos.

Siempre soñé con ver a Pansy Division en vivo.

Y el sueño se cumplió el pasado 20 de abril, cuando Pansy Division se presentó en el Dolores Park como parte del Hunky Jesus, la fiesta con la que San Francisco celebra el Domingo de Pascua o Domingo de Resurrección. El plan era sentarnos en plan pic nic, con un mantel sobre el pasto, cervezas, galletas, queso Pepper Jack y cagarnos de risa con el Hunky Jesus, que es un certamen de belleza en el que varios hombres se disfrazan de Jesús de Nazaret, pero en versiones ofensivamente blasfemas. Jesús en drag, en arneses leather, en patines o tocando la cruz como guitarra eléctrica. Los detractores de Fabián Cháirez vomitarían verde ante tal espectáculo.

Y con ustedes, las leyendas vivientes de San Francisco, Pansy Division, anunció una drag de voluptuoso vestido negro con olanes.

¡Qué! Nadie me había dicho que tocarían los Pansy. De haberlo sabido habría apartado un mejor lugar desde las ocho de la mañana.

Fue un repertorio corto y entregado. Tocaron rolas como “He whipped my ass in tennis” o “I’m gonna be a slut”. Pansy Division en su máxima expresión, humor lubricado, pero el sueño pasó algo desapercibido. Los Pansy Division tocaron antes del concurso final, frente a una audiencia de aproximadamente 10 mil personas en Dolores Park con vista a los rascacielos de Union Square. Pocos prestaron atención, excepto un grupo de ancianos como yo que habíamos crecido masturbándonos con Pansy Division. Incluso cuando Ginoli pronunció algo contra el fascismo, la audiencia reaccionó casi indiferente. El pésimo sonido no ayudó a que las guitarras sonaran lo suficientemente feroces como para encender el moshpit. Pero aquello era una orgía de conversaciones privadas, deconstrucciones y selfies obsesionadas con el presente, a pesar de que la señal fallaba debido al tumulto conectado al mismo tiempo. Una comunidad encapsulada en sus búsquedas personales. A pesar de que todos ahí éramos objetivos potenciales para el conservadurismo de estos tiempos: homosexuales, inmigrantes, diversos, pecadores a los ojos del puritanismo blanco.

Al final de la última canción, la gente aplaudió más por obligación. La misma drag tuvo que pedir más aplausos para una auténtica leyenda viviente de San Francisco. Siguen igual de delgaduchos, pero con arrugas y canas, es decir, en su jugo para mí. Me gustan más ahora.

Por mi parte sentí que había cumplido una misión. Si el autoritarismo se apodera de los espacios de poder mientras nos distraemos con nuestra identidad, al menos podré decir que vi a Pansy Division.


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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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